Sea quien fueres, sea yo quien sea: NO ME ALCANCES

Todo parecía haberse detenido; aquello no lo había visto en mi vida. Ni siquiera recordaba mi nombre; sí sabía que estaba sola, pero no más. Así que, desconcertada, empecé a levantarme. La luz era tanta y tan inmensa que me dolían los ojos. Una ráfaga se llevó mi sombrero, que tanto esfuerzo me costó conseguir y que tan indiferente se mostraba hacia mi persona. --¡que te parta un rayo!—exclamé exhausta, tras una maratón de saltos para alcanzar al “fugaz sombrero”. Después de esto, comencé a recordar, las ideas me venían con cuentagotas: una a una y lentamente. Pero no conseguía ordenarlas en el espacio ni en el tiempo.
Sin darme cuenta, empecé a caminar. Mientras, mi cerebro dormitaba y un sonido agudo y continuo me zumbaba en los oídos. Me los tapé pero no lograba extinguirlo. Me iba a volver loca de un momento a otro; no entendía nada, no comprendía aquello. Horrorizada, me desplomé en el suelo mullido, sobre la tierra fértil y me clavé algo. Por un instante, me olvidé del dolor. Me toqué la espalda con la mano y alcancé un objeto. Me lo acerqué a la cara e intenté reconocerlo: un cofre de madera envejecida… con una figurita tallada en la parte superior… es… un dragón.
Abrí el cofre, como hipnotizada por su belleza y, dentro, un espejo me congeló la mirada. Me dio miedo, así que lo cerré de golpe. Escarbé la tierra, hice un hoyo, enterré el cofre y lo pisoteé. Salí corriendo, huyendo…
Se turnaban el día y la noche, la noche y el día, la luna y el sol se perseguían. Pasaban los días y yo seguía corriendo, sorteando las espigas del camino, arrancando las ramas extraviadas de árboles abandonadas, tropezándome con las piedras, con la vista fija en ningún lugar… y llegué, así, a un pequeño llano. Me senté sobre la hierba y me paré a respirar. Seguía sintiendo el miedo, que hacía que mi respiración se entrecortar y esa fuerza oprimiéndome el pecho… mis oídos reconocieron una voz que cantaba algo en algún sitio.
Despavorida, temblando, aún más asustada, me escondí tras el tronco de un árbol viejo y robusto. Una mano que no era mía me tocó el hombro y me di la vuelta.
¿Quién eres?—pregunté.
Yo soy tú. Y soy tu miedo – obtuve por respuesta.

Y, presa del pánico, continué corriendo… y me alejé del mundo.
BDUM.
2002-2003

Entradas populares de este blog

El 'sujeto escindido' en la teoría psicoanalítica propuesta por Jacques Lacan

Ophélie (Arthur Rimbaud)