Un, dos, tres y...
Le gustaba bailar. Tanto era así que limitó su vida a cuatro
sencillos pasos que se repetían en bucle a lo largo de cada uno de los cerca de
seiscientos treinta y dos días que soportó bajo la presión.
Sorteando sus
propias trampas había llegado hasta los veintiséis años, sintiéndose igual de
torpe en el ámbito terrenal que en su primer día de instituto. Así fue como
Aurelia entendió que no estaba hecha para ser mortal.
Pero nada había que le importara más que bailar. Tanto era así que su sangre sabía a
música, así lo comprobó un perro que paseaba por ahí. Y es que el cuarto paso
que nunca daba lo acabó saltando desde su ventana.
Comentarios
Baila y sal volando por la ventana.
Pero...
te sorprenderá descubrir
que tienes alas,
y que no son como las de Ícaro.